jueves, 6 de diciembre de 2018

Celebrando los 40 años de la Constitución Española


SS.MM. los Reyes de España, diputados y senadores de las Cortes Generales, altas autoridades del Estado y parlamentarios constituyentes conmemoramos este 6 de diciembre el 40 aniversario de la Constitución en el Salón de Sesiones del Congreso de los Diputados. 

El acto estuvo presidido por SS.MM. los Reyes Felipe VI y Doña Letizia, acompañados por los presidentes del Congreso y del Senado, Ana Pastor y Pío García-Escudero. También han estado presentes el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; el presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, y el presidente del Tribunal Constitucional, Juan José González Rivas.

Los Reyes honoríficos Don Juan Carlos y Doña Sofía han escuchado desde el Hemiciclo las intervenciones de Felipe VI y de Ana Pastor, junto con los ex presidentes del Gobierno Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy y los ponentes constitucionales, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, José Pedro Pérez-Llorca y Miquel Roca. 

Diputados y senadores y miembros del Gobierno compartimos escaños con parlamentarios la legislatura Constituyente, como ya lo hicieran en la celebración de los 40 años de las elecciones del 15 de junio de 1977, para conmemorar este aniversario. 

En las tribunas del Hemiciclo siguieron el acto conmemorativo los presidentes de las comunidades autónomas de Andalucía, Susana Díaza; Aragón, Francisco Javier Lambán; Asturias, Javier Fernández; Canarias, Fernando Clavijo; Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page; Castilla y León, Juan Vicente Herrera; Extremadura, Guillermo Fernández Vara; Galicia, Alberto Núñez Feijóo; Madrid, Ángel Garrido; Murcia, Fernando López; La Rioja, José Ignacio Ceniceros, y Ceuta, Juan Jesús Vivas.  

"Una gran oportunidad para reconocer la dimensión histórica de la decisión tomada por los españoles el 6 de diciembre de 1978"

El Rey Felipe VI pronunció este discurso:

 “Permítanme comenzar expresándoles el gran honor que es para mí dirigirme a sus señorías y a todos ustedes en este acto conmemorativo del 40 aniversario de nuestra Constitución. Una Constitución cuya celebración merece el mayor reconocimiento de todas las instituciones del Estado; pues gracias a ella y a su amparo España vive hoy en democracia y en libertad.

Muchas gracias, Señora Presidenta, por su amable invitación y por sus palabras; y a todos, por su presencia en este día emotivo y tan lleno de significado en el que evocamos un período único de nuestra historia. Lo hacemos, además, en presencia de algunos de sus principales y más destacados protagonistas a los que saludo con todo afecto y reconocimiento.

Señorías, Señoras y Señores,
En estas primeras palabras, y con motivo de este aniversario, quiero manifestar, una vez más, mi respeto y compromiso con nuestra Constitución. Un compromiso que asumí formalmente al cumplir la mayoría de edad y que renové el 19 de junio de 2014 ante las Cortes Generales. Recuerdo bien las palabras que me dirigió aquel 30 de enero de 1986 el entonces Presidente del Congreso, Don Gregorio Peces-Barba
Dijo así: “Con el Juramento que vais a prestar estáis simbolizando vuestro sometimiento al Derecho, vuestra aceptación del sistema parlamentario representativo que nuestra Constitución establece, vuestro compromiso de servicio a las instituciones y a los ciudadanos y vuestra lealtad al Rey”.

Un compromiso institucional, pero también, sin duda, personal y moral. Un compromiso que no solo constituye una exigencia de mi responsabilidad, ahora como Jefe del Estado, sino que también es expresión de mi respeto y deber de lealtad al pueblo español que, al ratificar nuestra Constitución en libertad y en el ejercicio de su soberanía, otorgó legalidad y plena legitimidad democrática a todos los Poderes e Instituciones del Estado.

Señorías, Señoras y Señores,
Este aniversario es una gran oportunidad para recordar y reconocer la dimensión histórica de la decisión tomada por los españoles el 6 de diciembre de 1978; y lo es, también, sin duda, para valorar en nuestros días su alcance y proyección como se merece.

Por ello, celebramos este día con solemnidad y, también, como un profundo homenaje de gratitud. Son tantas las personas –presentes y ausentes– a las que se lo debemos, que sería imposible mencionarlas a todas. Por eso, quiero simbolizar ese agradecimiento en quienes, con todo merecimiento, hemos llamado Padres de la Constitución. Y quiero hacerlo a través de la autoridad de su propio testimonio, pues ellos nos ofrecen la interpretación más fiel de la obra que hoy conmemoramos.

Permítanme, entonces, que comience con las palabras de Don Gabriel Cisneros, que describía así a sus compañeros de la ponencia constitucional:

“La vehemente erudición de Fraga; el conservadurismo ilustrado y mordaz de Miguel Herrero; la templada displicencia gaditana y liberal de Pérez-Llorca; el maritainismo −a veces un punto cándido, a veces un punto airado− de Peces-Barba; la catalanidad sutil, negociadora e implacable de Roca; la increíble tenacidad marxista de Solé Tura; mi populismo —decía Cisneros de si mismo— antioligárquico, reformista, puritano y tradicional a un tiempo. Todo eso hizo la Constitución española de 1978. Todo eso —concluía— más la pasión española de los siete”.

Con todos ellos —y tantos hombres y mujeres que junto a ellos, debatieron y acordaron, desde ideologías tan opuestas y tradiciones tan diferentes— España tiene contraída su más alta deuda. Sus nombres forman parte de nuestra mejor historia, porque con su visión política y su generosidad han hecho posible la libertad y el progreso de millones y millones de españoles.

Señorías, Señoras y Señores,
La Constitución es el gran pacto nacional de convivencia entre los españoles por la concordia y la reconciliación, por la democracia y por la libertad. En palabras de Don Miguel Herrero: “Una Constitución consensuada (...) un pacto, pero entendido no como mera transacción, sino como unión de voluntades”.

No es una Constitución más de nuestra historia, desde aquel destello ilustrado y fugaz que supuso la de Cádiz en 1812: es la primera realmente fruto del acuerdo y el entendimiento y no de la imposición; es la primera que materializa la voluntad de integrar sin excluir; es la primera que no divide a los españoles sino que los une, que los convoca para un proyecto común y compartido; para el proyecto de una España diferente, de una España nueva: de una nueva idea de España.

“La Constitución fue un pacto de coraje y no de debilidad: porque el pacto es el privilegio del coraje”; no son palabras mías. Son de Don Miquel Roca, que, al referirse a las personas perseguidas por la dictadura, decía: “No pueden ser acusados, desde la dignidad y la objetividad, como susceptibles de haberse visto condicionados por unos poderes fácticos a los que habían derrotado con su retorno a la libertad.”

Y añadía: “Nadie podía sentirse condicionado cuando se construía un sistema democrático en medio de un conflicto terrorista que causaba muertos y víctimas de manera constante. Y nadie debería ignorar que los pactos de la Moncloa, (...) fueron firmados y avalados desde todo el abanico social y político. Y que los nostálgicos se sintieron tan derrotados como para intentar un golpe de estado el 23 de febrero de 1981, que fracasó y consolidó la democracia en España.”

Tampoco el pueblo español tuvo dudas ni debilidad: tenía inquietud y preocupación, sí, pero también una gran esperanza; vivía con una enorme ilusión, tenía incluso fe en que esta vez sí se iba a conseguir; y así lo demostró de manera clara y rotunda con su decisión libre, cívica y madura en el referéndum del 6 de diciembre de 1978.

Señorías, Señoras y Señores,


Al referirse a la transición política decía Don Manuel Fraga: “Son años de decisión. Tenemos que ocupar nuestro sitio exacto en el mundo actual. Si dejamos, por indecisión o por incapacidad, pasar el tren de la historia, no tendrán solución nuestros problemas económicos, sociales y políticos”.

Y España no dejó pasar, en esta ocasión, el tren de la Historia; así lo reconoció la Comunidad Internacional. Nuestra Constitución es la culminación de un proceso que supone el mayor éxito político de la España contemporánea. Un proceso del que todos podemos sentirnos auténticamente orgullosos porque en el espíritu, en los valores y en los ideales que inspiró este periodo de nuestra historia se encuentra la mejor España.

Y ese espíritu, esos valores y esos ideales, no podemos ni olvidarlos ni desvirtuarlos, sino reivindicarlos hoy con toda legitimidad, porque son la base del consenso político y social que resuelve las diferencias históricas entre los españoles y supera una España secularmente enfrentada y dividida.

Como ha señalado Don Miguel Herrero: “Los ponentes que redactamos el proyecto definitivo tuvimos la buena dicha de ser y sentirnos órganos, más o menos conscientes pero ciertos, del espíritu de nuestro pueblo. No tuvimos que buscarlo; lo respiramos en la plaza pública.”

Y a ese espíritu, a ese espíritu del pueblo, que es el de la Constitución, es al que ahora me voy a referir:

En primer lugar, a la reconciliación. Nunca podremos ni debemos olvidar a esos españoles de diferentes lugares, ideas y sentimientos, del interior y del exilio que, movidos por unos mismos ideales, empujados por la fuerza y la ilusión del pueblo, con complicidad y una inmensa generosidad, se reconocían y se aceptaban en un reencuentro lleno de emoción, perdón, y renuncia.

Pero ese abrazo estaba también lleno de futuro y de esperanza. Porque esos españoles quisieron legar a las futuras generaciones, por encima de todo, una España reconciliada consigo misma en la que nunca tuvieran que volver a vivir el sufrimiento, el miedo o el rencor que ellos habían padecido. Para que el desprecio no volviese a dividir a los españoles, ni el odio venciera a la razón.

Esos españoles nos dieron el mejor ejemplo de humanidad y de fraternidad; nos dieron una lección de dignidad; por eso, una vez más, quiero reiterarles nuestro mayor agradecimiento, toda nuestra admiración y nuestro más profundo respeto.

En segundo lugar, el entendimiento. Una voluntad de todos los españoles de querer entenderse; de respetar las ideas de los demás, de comprender y aceptar las diferencias poniendo fin a la persecución política y a la intolerancia; una voluntad de resolver los conflictos y las discrepancias a través del diálogo, respetando las leyes y los derechos de los demás, sin imposiciones ni exclusiones.

Don Jordi Solé Tura lo explicaba así: “Entre los siete ponentes había muchas diferencias políticas (...) Representábamos opciones diferentes, y en el pasado habíamos tenido enfrentamientos radicales. Y por encima de nuestras diferencias supimos encontrar un punto de coincidencia fundamental: que no se trataba de elaborar una Constitución (...) que dividiese a los ciudadanos españoles en dos bloques equivalentes y enfrentados radicalmente, sino que había que establecer unas reglas de juego practicables para todos los que éramos partidarios de la democracia. 

Había que establecer, desde luego, una línea divisoria −decía Solé Tura−: la que separaba a los partidarios de la democracia –fuesen cuales fuesen sus opciones y sus intereses sociales– de los enemigos de ella.”

Finalmente, el espíritu integrador de la sociedad española. Una vocación integradora que no supone uniformidad, ni significa olvidar o suprimir la diversidad territorial, ni negar la pluralidad, sino asumir y reconocer a todas ellas en una realidad nacional común en la que caben diferentes modos de pensar, de comprender y de sentir. Una España, en fin, que es de todos, construida por todos, y sentida y compartida por todos.

En ese sentido, decía Don Miguel Herrero: “Nuestra Constitución reconoció lo diverso y plural, precisamente para integrarlo”.

Y por su parte, Don José Pedro Pérez-Llorca lo entendió de esta manera: “La conciencia de que anteriores arranques históricos habían fallado y que su fracaso había traído calamidades sin fin al país era (...) algo que pesó mucho, tanto en el equilibrio final de la Constitución como, sobre todo, en la actitud o talante con que se negoció palabra por palabra. Actitud o talante –decía- en los que estuvo ausente la voluntad de imponerse, aun siendo cada cual consciente de sus razones y argumentos, y estuvo presente, más bien, la necesidad de llegar a acuerdos, convirtiendo la razón de cada cual en las razones del conjunto.”

Y añadió: “Se trató de ser inclusivos, y de huir de anatemas y condenas (...) Así la Constitución, si no de todos, porque ello es imposible, nació con vocación de poder ser asumida por todos”.

Señorías, Señoras y Señores,
Bajo ese espíritu de reconciliación, de entendimiento y de integración, la Constitución recogió en su texto las bases fundacionales de una España que se constituyó como un Estado Social y Democrático de Derecho.

De esa manera la Constitución afirmó:

- La Soberanía nacional, que fue recuperada por y para el pueblo español, devolviendo a los españoles su condición de ciudadanos y suprimiendo su consideración de súbditos.
- La unidad de España, reconociendo la autonomía de sus nacionalidades y regiones para su autogobierno.
- La Monarquía parlamentaria, en la que el Rey es símbolo de la unidad y de la permanencia del Estado. Una Monarquía Parlamentaria, en el seno de una democracia, que impulsó mi padre el Rey Juan Carlos I, de forma tan decisiva y determinante, durante aquel periodo trascendental de nuestra historia; y siempre junto a él, el apoyo permanente y comprometido de mi madre la Reina Sofía.
- La separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, independientes en el ejercicio de sus funciones, y el Tribunal Constitucional como supremo intérprete de nuestra Constitución.
- Finalmente, y como fundamento del orden político y la paz social, el reconocimiento de los derechos y libertades basados en la dignidad de la persona, en el respeto a la ley y a los derechos de los demás.

De esas bases fundacionales nacía una nueva España, un nuevo Estado, diferente de los anteriores y que rompía con el pasado. España se constituía en una democracia a semejanza de otras naciones occidentales y compartía con Repúblicas y Monarquías parlamentarias de su entorno los valores constitucionales que proclamaba: la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo.

Decía, en ese sentido, Don Gregorio Peces-Barba: “Creo que se puede decir que la democracia parlamentaria es el único cauce para el acuerdo básico entre todos los españoles y para la exclusión de la violencia. Es el modelo del progreso, de la racionalidad y de la integración de los conflictos sobre la base de la transacción. No hay alternativa al Parlamento para evitar la trágica dialéctica del odio y del amigo enemigo. Es el modelo de la libertad y de los derechos fundamentales, es el modelo de la tolerancia”.
España iniciaba así, sobre esas bases, un camino para acometer las profundas transformaciones que requería nuestra vida en común.

Transcurridos ahora ya 40 años podemos decir que, en efecto, bajo la vigencia de nuestra Constitución, España ha vivido, sin duda, el cambio político, territorial, internacional, económico y social más profundo y más radical de su historia.

En el ámbito político, hoy –sobre todo y felizmente– podemos afirmar que la democracia está firme y plenamente consolidada. Las jóvenes generaciones nacen, se educan y se desarrollan en una sociedad democrática y los valores constitucionales impregnan la vida diaria y personal de nuestros ciudadanos y también nuestra vida colectiva.

Resolver los desencuentros mediante el diálogo, respetar las leyes y los derechos de los demás, ejercer esos derechos y acudir a los tribunales para defenderlos y cumplir sus decisiones, son principios definitivamente arraigados en los comportamientos de los ciudadanos. El sentimiento constitucional, consciente o a veces inconscientemente, está hondamente asentado en nuestras actitudes porque la Constitución es el alma viva de nuestra democracia. Una democracia que no tiene vuelta atrás en el sentir y las conciencias de los españoles.

Profunda ha sido igualmente la transformación vivida en nuestra estructura territorial. Nunca antes en nuestra historia se había diseñado y construido una arquitectura territorial con tan profunda descentralización del poder político, y el reconocimiento y protección de nuestras lenguas, tradiciones, culturas e instituciones.

En el ámbito internacional, España alcanzó su gran sueño de volver a la Europa democrática; desplegó todo el potencial político, económico y cultural que nos une con nuestras naciones hermanas de Iberoamérica. Recuperó, en fin, su presencia y su protagonismo en las instituciones internacionales y en los compromisos multilaterales con la paz, la seguridad y el desarrollo; facilitando también la apertura y presencia económica y empresarial en el mercado mundial, en puertas de –o cercana ya– la gran ola de la globalización.

Finalmente, creo necesario subrayar, también, el enorme nivel de progreso en todos los órdenes que España ha alcanzado en estos 40 años de democracia, regidos por nuestra Constitución. Los avances en derechos civiles y en protección e igualdad de la mujer son conquistas indiscutibles en una sociedad avanzada y madura como la nuestra. Y ningún ámbito social, económico o cultural ha quedado excluido de una renovación y mejora profunda en sus estructuras, en su organización y en su desarrollo.
Año a año y gracias –sobre todo– al trabajo sacrificado y esforzado de sucesivas generaciones de españoles, se ha ido construyendo un Estado del bienestar que debemos preservar y mejorar y que es esencial en nuestra convivencia. La educación pública ha llegado a todos los ciudadanos y la sanidad pública, gratuita y universal, es altamente reconocida y valorada dentro y fuera de nuestro país.

Los avances en turismo, transportes, infraestructuras, energía, telecomunicaciones, medio ambiente..., también en seguridad, por poner algunos ejemplos, son evidentes y realmente extraordinarios; y España, en ese gran salto hacia delante, ha conseguido incluso posiciones de liderazgo –impensables hace 40 años– en muchos de esos ámbitos de nuestra realidad.

España, en fin, aun con las necesidades y dificultades que bien conocemos y pese al impacto de las crisis económicas –especialmente la más reciente–, ha alcanzado niveles de prosperidad y bienestar como nunca antes en nuestra historia. En definitiva, España, se ha modernizado.

El paso del tiempo ha permitido, así pues, comprobar el acierto histórico de nuestras Cortes Constituyentes. El camino recorrido por nuestra Constitución ha sido un gran éxito colectivo pero no ha sido fácil. Muchos españoles han perdido su vida, o la de algún familiar, víctimas del fanatismo y la sinrazón terrorista; ellos estarán siempre, con la mayor dignidad, en nuestra memoria. España ha tenido que hacer frente a lo largo de estos últimos 40 años a hechos muy graves, y muy serios, que han afectado a nuestra libertad y también a nuestra convivencia. Y sin embargo, pese a todo ello, la Constitución y nuestro Estado Social y Democrático de Derecho han prevalecido.

Señorías, Señoras y Señores,

Una nueva generación de españoles hemos empezado a ocupar responsabilidades en la sociedad y en las instituciones. Y tenemos, sin duda, la enorme tarea de seguir hacia adelante, de no conformarnos, de hacer todo lo posible para honrar y mejorar el ingente legado que hemos recibido de las generaciones que nos han precedido.

La celebración del 40 aniversario de nuestra Constitución nos sirve para poner de manifiesto que la España de hoy es muy diferente a la de aquel 6 de diciembre de 1978. Como igualmente las circunstancias mundiales que vivimos son muy distintas y aún más exigentes que las del último tercio del siglo pasado.

Y, naturalmente, este aniversario no puede hacernos olvidar que a lo largo de todos estos años se han producido en nuestro país equivocaciones, errores e insuficiencias. Como tampoco debemos silenciar que, por supuesto, tenemos problemas políticos, económicos y sociales muy relevantes; que tenemos también el gran reto, que nos interpela a diario, de preparar a España ante las nuevas exigencias de los avances científicos y la revolución tecnológica que ya definen de manera tan evidente, en nuestros días, al siglo XXI; y especialmente de procurar que el bienestar y la prosperidad que la Constitución ayudó a asentar, llegue de forma efectiva a todos nuestros ciudadanos, para que puedan contemplar su futuro con el ánimo y la tranquilidad de espíritu a los que tienen derecho.

Por eso, tenemos el deber de pensar en el futuro; de seguir construyendo, desde nuestras respectivas responsabilidades, una España en vanguardia, moderna y renovada; una España abierta a los cambios que nuestra sociedad y, especialmente, las jóvenes generaciones merecen.

Y también sabemos que para avanzar, para progresar con seguridad y confianza –para evolucionar–, hemos de sumar ese inmenso patrimonio de libertades, derechos y bienestar que hemos conseguido a la voluntad de ir adaptando y amoldando nuestra manera de hacer y de vivir a la realidad de cada momento; con espíritu crítico pero siempre constructivo. Solo así, podremos abrirnos al futuro con garantías y solidez, con ilusión y con esperanza.

Celebraciones como las de hoy nos permiten no solo recordar y reconocer los ideales y los valores que unieron a los españoles en un período inolvidable de nuestra historia, sino también reivindicar su plena vigencia en nuestros días como pilares esenciales y fuente de inspiración de nuestra convivencia: El espíritu de reconciliación, porque la Constitución es un mandato permanente de concordia entre los españoles; la voluntad de entendimiento, a través de la palabra, la razón y el derecho; la vocación de integración, respetando nuestras diferencias y nuestra diversidad; y el ánimo, solidario y generoso, que edifica y cohesiona la fibra moral de nuestra sociedad.

Señorías, Señoras y Señores,
A esa tarea de construir España, a la que todos estamos convocados, dedico mi vida y todos mis esfuerzos; desde aquel lejano 30 de enero de 1986, que conservo con gran emoción en mi memoria; y de manera aún más especial desde mi proclamación como Rey el 19 de junio de 2014, al iniciar una nueva y renovada época para la Corona de España. Una vida al servicio de todos los españoles, desde la independencia y la neutralidad, y comprometido con la Constitución que nos trajo la democracia y la libertad.

Porque la Corona está ya indisolublemente unida −en la vida de España− a la democracia y a la libertad.

Muchas gracias, moltes gràcies, eskerrik asko, moitas grazas.”


Ana Pastor, quien abrió el acto institucional pronunció este discurso: 


Señor, Señora, Hace poco más de un año, las Cortes Generales recibieron a Vuestras Majestades para celebrar el 40 aniversario de las primeras elecciones de nuestra democracia. Aquellas en las que, como escribió Julián Marías, España pasó a estar en manos de los españoles. Hoy, en la sede de la soberanía, la Nación, con el Rey al frente, celebra el cuadragésimo aniversario de la Constitución de todos. Y somos todos, Señor, los que hoy debemos felicitarnos. Felicitarnos tanto por el proceso de su elaboración como por todo aquello que su vigencia nos garantiza. Felicitarnos porque, después de demasiados años de diferencias y disputas, fuimos capaces de encontrarnos en un proyecto común. 

Fue aquella una etapa de un debate político tan vivo como civilizado, en la que imperó la capacidad de renuncia y transacción en aras del acuerdo.  Una etapa en la que, recogiendo lo mejor de nuestra Historia, pusimos en marcha nuestro deseo de hacer de España una Nación de las más avanzadas. En aquel año y medio de proceso constituyente, la ciudadanía fue extraordinariamente activa y estuvo rigurosamente informada gracias a unos medios de comunicación atentos a cada detalle, con periodistas conscientes de la magnitud histórica del empeño.

No faltaron dificultades, tensiones e intentos de hacer descarrilar el proceso. Y aunque no teníamos la experiencia que tenemos hoy, prevaleció la voluntad de ese gran acuerdo nacional que se plasmó en la Constitución y que culminó con su aprobación rotunda y masiva en todas y cada una de las provincias españolas. Ese amplísimo respaldo la dotó de una radical e incuestionable legitimidad. Y debemos felicitarnos también por su vigencia, porque con ella se ha cimentado la estabilidad democrática que nos ha permitido construir los mejores 40 años de nuestra historia en torno a principios y valores compartidos.

Principios como la pluralidad política y la convivencia en libertad a los que se refirió Vuestro Padre, el Rey don Juan Carlos, en julio de 1977, en la apertura de las Cortes que Él declaró Constituyentes. Cito Sus palabras: “Las diferentes ideologías aquí presentes no son otra cosa que distintos modos de entender la paz, la justicia, la libertad y la realidad histórica de nuestra Patria. La diversidad que encarnan responde a un mismo ideal: el entendimiento y la comprensión de todos. Y está movido por un mismo estimulo: el amor a España”. Permitidme, Señor, que muestre mi respeto, gratitud y afecto a sus Majestades, el Rey Don Juan Carlos y la Reina doña Sofía, por tantos años de servicio y entrega a España. 

Señor, Señora, Hoy es también el momento de recordar pero, sobre todo, de agradecer a los españoles que protagonizaron la Transición. El paso de la dictadura a la democracia fue posible gracias al compromiso de trabajar, con diálogo y voluntad de acuerdo, en un proyecto común que se llama España, y que expresó con palabras certeras ese gran político que fue Adolfo Suárez. “Todos los españoles teníamos que llegar –sin abdicar de nuestras propias ideas y creencias– a un acuerdo esencial, a un pacto fundamental de concordia que es necesario renovar cada día. Creo que así lo hicimos bajo el amparo de la Corona. Así creo que lo debemos seguir haciendo en torno a la Constitución y su cumplimiento, y en torno a la Monarquía y a esa realidad común que se llama España”. Con optimismo y esperanza en el futuro, hoy volvemos una mirada agradecida a las mujeres y los hombres que, como el presidente Suárez, con generosidad y patriotismo, ayudaron a hacer realidad la España constitucional, la España de hoy y de mañana. Hombres y mujeres que, como expresasteis el año pasado en este mismo Salón de Sesiones, merecen “el mayor respeto, gratitud y admiración”, pues –decíais– “hicieron posible, con responsabilidad y sentido de Estado, este gran avance colectivo”. Muchos de ellos, o sus familias, están hoy con nosotros. 

Señor, Señora, Ese proyecto común pudo llegar a buen puerto porque hubo unos valores que guiaron aquella tarea. Valores que quiero recordar con las palabras de los propios ponentes constitucionales. “La Constitución es un ámbito de integración”, dejó escrito Gregorio Peces-Barba. Y, efectivamente, es una obra forjada entre todos para servir a todos. “Pudimos hacer la Constitución de la concordia porque previamente estábamos ya concordes. Pudimos hacer la Constitución de la reconciliación porque previamente nos habíamos ya reconciliado”, nos decía Gabriel Cisneros. Ese compromiso de entendimiento, concordia y reconciliación, para que nadie quedase excluido, forjó el consenso, la herramienta más útil de la Transición. Ese consenso nos permite reivindicar y hablar con orgullo de nuestra Transición como un admirable logro político que debe perdurar. Nunca deberíamos olvidar que los constituyentes, buenos conocedores de nuestra Historia, sabían lo caro que España ha pagado el error de hacer Constituciones de parte, de unos en detrimento de otros o, peor aún, de unos contra otros. Vuelvo a acudir a palabras de ponentes constitucionales. Si José Pedro Pérez Llorca ha escrito que “La Constitución no nació políticamente contra nadie”, recordando que fue un “hecho casi inédito en nuestra historia” , Jordi Solé Tura fue muy claro al decir: “No pretendimos en ningún momento hacer una Constitución de corte ideologista”. Esa actitud integradora fue la que inspiró toda la acción política de entonces. Una época en la que se aceptaban como propias incluso las opiniones de los adversarios. Sirvan como ejemplo las palabras del entonces líder socialista, Felipe González, en su intervención en el Pleno que aprobó el proyecto de Constitución: “No decimos los socialistas que la Constitución sea absolutamente identificable con nuestros propósitos, pero la aceptamos, la apoyamos y la defendemos sin ningún tipo de reservas (…) desde el artículo 1 hasta la disposición final”. 

Ésa es nuestra Constitución. La de la concordia, la de la integración, la de la generosidad, la del patriotismo: La Constitución del consenso. - Es la Constitución que nos ha permitido, con una intensa actividad legislativa, tomar importantes decisiones sobre nuestra organización política, social y económica, y desarrollar nuestro Estado del Bienestar; - Es la que ha permitido la creación del Estado de las Autonomías, y ha garantizado la autonomía de nuestros entes locales. Unas y otros han contribuido a una España mejor, y han creado el Estado europeo más descentralizado y próximo a los ciudadanos; - Ha sido, en fin, la que ha permitido que los españoles elijan a sus representantes en las Cortes Generales en 12 ocasiones, dando paso a Gobiernos de distinto signo político. Gobiernos de una Nación que ha mostrado una gran madurez democrática; gobiernos de una sociedad tolerante, solidaria y emprendedora. 

Señor, Señora, Hoy no están con nosotros los dos primeros presidentes del Gobierno de nuestra democracia, Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo. La suya no fue una etapa fácil, pero sí ilusionante. España era observada por el mundo. Los presidentes y todos los españoles estuvimos a la altura de la oportunidad histórica que se nos presentó. - Fue en aquellos años cuando nuestra Constitución empezó a desplegar todos sus efectos para la transformación de España. - Cuando se puso en marcha el Estado autonómico y se iniciaron los primeros pasos para la integración de España en Europa, y para posicionarnos con las mejores democracias del mundo. - Cuando se hizo frente al lacerante y constante ataque terrorista, y se pudo sofocar una intentona golpista. 


Nuestra democracia resistió aquellos embates y se hizo más fuerte. Gracias por tanto sacrificio. Hoy nos acompañan Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. A todos debemos reconocer y agradecer su contribución para hacer una España mejor. Como presidentes, lideraron proyectos tan importantes como nuestro ingreso en las Comunidades Europeas y la creación de la Comunidad Iberoamericana; como nuestra incorporación al euro o la plena integración en la Alianza Atlántica; como la Ley de Dependencia o nuestra incorporación al G-20; o como la superación de una crisis sin caer en el rescate y la creación de empleo tras salir de la peor recesión. Cada Gobierno ha contribuido a continuar la Historia de España en un ejercicio de suma constante. Sobre las bases de lo ya realizado se ha seguido avanzando. Al actuar así, el país ha gozado de una innegable estabilidad que debemos preservar.

Porque si queremos que el país avance y tenga éxito, no se debe hacer tabla rasa de sus mejores logros colectivos, ni caer en el extremismo olvidando la concordia. Permitidme traer aquí las palabras de un gran jurista, Francisco Tomás y Valiente, que fue el segundo Presidente del Tribunal Constitucional. Con su recuerdo, rendimos también homenaje a todos los que, como él, han sido víctimas del terrorismo. El terror –bajo todas sus formas, todos sus ropajes y todas 5 sus excusas–, además de su absoluta inmoralidad, será siempre derrotado por la ley, la justicia y la libertad. Esa lacra no consiguió ni conseguirá doblegarnos. Decía Tomás y Valiente: “Entre la exaltación nacionalista y el olvido de la realidad nacional de España (…), entre unos y otros extremos tiene cabida la conciencia de pertenecer a una realidad histórica nacional (…). Ni en la raza, ni en la sangre, ni en la historia la pureza es lo que vale, sino el mestizaje. Nuestra historia es rica porque es diversa y es plural”. Señor, Señora, Así es. Al echar la vista atrás a nuestra Historia reciente -rica, porque es diversa y plural- vemos los resultados de ese empeño de creación y continuidad histórica que puso en marcha la Constitución. Como dejó escrito Manuel Fraga: “para ser creador hay que tener raíces”. En estos años, España -una de las Naciones más antiguas del mundo y con Historia más fecunda- se ha convertido en una de las más modernas y con un futuro más prometedor. Se trata de una tarea inacabada. Pero, gracias a la democracia, España es uno de los países que más ha cambiado a mejor. Me parece oportuno recordar el consejo de Josep Tarradellas, referido -desde Cataluña- al conjunto de España: Se trata “de no pensar en todo cuanto enturbia nuestra voluntad de cara a un destino mejor, y llevar a cabo una amplia y generosa unidad realizada sin rencores y demagogias, tocando de pies en el suelo para poder ir hacia adelante sin vacilaciones. Entonces sí que obtendremos la victoria que nos permitirá vivir con bienestar y libertad”. 

La formidable transformación de la vida de los españoles ha sido nuestra victoria. Y tenemos muchos protagonistas a los que recordar y agradecer: · A tantas figuras políticas relevantes.· A las Cortes Generales. · A los partidos políticos. · A las organizaciones sindicales, patronales, asociaciones y organizaciones no gubernamentales. · Y a todas las instituciones que se pusieron en marcha con la democracia.

Pero es de justicia reconocer que el verdadero protagonista ha sido y es el pueblo español, somos ´nosotros’. - Un ʿnosotrosʾ, la Nación, único e indivisible titular de la soberanía que reconoce la Constitución, y que la antecede, porque constata la evidencia histórica y social de ser españoles. - Un ʿnosotrosʾ, el pueblo español, que -con el reconocimiento constitucional de las Comunidades Autónomas- ha podido crecer con toda la diversidad de su riqueza histórica, cultural y lingüística. - Un ‘nosotros’ que ha conseguido, en fin, ser una sociedad responsable, dinámica y creativa. Señor, Señora, Entre todos hemos desarrollado una sólida institucionalidad, amparada en el imperio de la ley, la separación de poderes y la libertad.

De la primera a la última, tenemos que estar muy orgullosos de todas las instituciones de nuestra Monarquía Parlamentaria. El anclaje institucional que ofrecen los distintos poderes del Estado; las Cortes Generales, el Gobierno, el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional; las Comunidades Autónomas y corporaciones locales; las Fuerzas Armadas y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad; todos los servidores públicos y, en definitiva, todas las instituciones y su solidez, son la mejor garantía de estabilidad y de certidumbre. 

Hoy decimos con orgullo que acertamos con el marco institucional del que nos dotamos con la Constitución. Como acertamos también en que el acuerdo que logramos en torno al texto constitucional se haya mantenido, con muy pocas excepciones, para configurar lo que hemos venido en llamar el bloque de la constitucionalidad. Las instituciones democráticas son el terreno más fértil para que fructifique toda la capacidad creadora de una sociedad. Gracias a todos. Señor, Señora, No quiero caer en ningún triunfalismo, pero no hay duda de que España es hoy más libre y abierta, más próspera y solidaria… La conmemoración de este 40 Aniversario de la Constitución -con el apoyo inestimable del Consejo Asesor y del Gobierno de España- ha querido presentar a los españoles de hoy lo mucho que ha mejorado nuestro país en estos años. Que hoy seamos el segundo país con mayor esperanza de vida del mundo, y que llevemos varias décadas liderando las donaciones de órganos y trasplantes, entre otros muchos logros que podría citar, refleja que estamos hablando de un gran país. Nada ha sido fruto del azar. 

Ha hecho falta mucho esfuerzo, tesón y sacrificio del conjunto de la sociedad española, mucha ilusión y sentido de la responsabilidad. Y la Constitución ha sido, sin duda, el motor de esa transformación; el instrumento decisivo para mejorar la vida de las personas. Así la vio, e invitó a verla, Santiago Carrillo, quien -en la sesión plenaria para aprobar el texto constitucional- dijo: “…yo quiero terminar mis palabras, al confirmar nuestra aprobación de la Constitución, con un llamamiento a todas las fuerzas políticas y sociales de este país para que unamos nuestras voluntades a fin de empezar a dar soluciones a esos problemas concretos que son los de la vida diaria de cada uno de los ciudadanos de nuestro pueblo”. 

Hoy somos una Nación moderna y preparada, referente en políticas sociales y de bienestar; comprometida con la igualdad entre mujeres y hombres. Esa Nación que derrotó al terrorismo de ETA. Somos una Nación que tiene que estar orgullosa de lo conseguido. Aunque debemos estar atentos -para poner soluciones- a los problemas, demandas y aspiraciones de los españoles. En este momento, no puedo dejar de referirme a la lacra inaceptable de la violencia contra las mujeres. Señor, Señora, Si queremos seguir avanzando, y construir juntos un futuro de concordia y prosperidad, debemos aprender de las mejores lecciones de estas cuatro décadas. La primera lección nos la enseñan los protagonistas de la Transición, con su forma de hacer política, con tolerancia y respeto, con moderación y visión de futuro, intentando alcanzar acuerdos con diálogo y voluntad de entendimiento. Así se ha creado, cuidado y engrandecido nuestro patrimonio de conquistas y mejoras.

Y la segunda lección, tan necesaria hoy en día, es que ningún avance está garantizado. Especialmente si no cuidamos algo tan importante como la convivencia. Porque ningún camino, ningún atajo, merece la pena si pone en riesgo la convivencia. - Conseguimos culminar con éxito el tránsito de un régimen autoritario a una democracia plena cuidando la convivencia. 


Aguantamos los embates del terrorismo cuidando la convivencia. - Y sabremos superar los desafíos que hoy enfrenta nuestra democracia cuidando el respeto y la convivencia. Son lecciones que tenemos la responsabilidad de transmitir a los que han tenido la suerte de nacer y crecer en democracia. Cuando fuisteis proclamado Rey, dijisteis en esta Casa: “Mi fidelidad a la Constitución ha sido permanente, como irrenunciable ha sido -y es- mi compromiso con los valores en los que descansa nuestra convivencia democrática. Así fui educado desde niño en mi Familia, al igual que por mis maestros y profesores. A todos ellos les debo mucho y se lo agradezco ahora y siempre. Y en esos mismos valores de libertad, de responsabilidad, de solidaridad y de tolerancia, la Reina y Yo educamos a nuestras Hijas, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía.” 8 Siguiendo Vuestro ejemplo, a nosotros también nos corresponde agradecer a nuestros padres y maestros el legado que nos han transmitido, y trasladárselo a los niños y jóvenes, porque la Nación es una sucesión entrelazada de generaciones. Me viene a la memoria Vuestra imagen, en este mismo Salón de Sesiones junto a Vuestros Padres, en el acto solemne de la firma de la Constitución que hoy celebramos. Teníais edad parecida a las de la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía, que hoy nos acompañan. Ellas pertenecen a una de esas generaciones de españoles más jóvenes que han tenido la fortuna de nacer en democracia. Una fortuna que puede llevar a pensar que todo fue fácil, cuando sabemos que, si lo logramos, fue gracias a mucho esfuerzo y sacrificio, tolerancia y generosidad. Así se lo debemos transmitir a nuestros jóvenes - los protagonistas del futuro- para que España siga siendo ese país abierto, solidario, próspero y libre que pusimos en marcha con la Constitución. 

Señor, Señora En todos estos años, la Constitución ha sido el marco en el que se ha desarrollado nuestra convivencia, con su aplicación cotidiana por todas las instituciones y su interpretación por el Tribunal Constitucional. Nunca ha sido un candado. Como toda obra humana, es perfectible y admite reformas. Ya ha tenido algunas. Permitidme –a este respecto- que utilice unas palabras recientes de Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón. Decía textualmente: La reforma de la Constitución “es posible porque lo prevé la propia norma fundamental. Pero es deseable –si alguna vez se reforma– (que sea) por los defectos que pueda tener, no alegando simplemente su antigüedad. (…) La Constitución puede y debe ser reformada si la reforma es concreta, es decir, si se sabe qué se quiere reformar y para qué se quiere reformar, y no reformar en abstracto, que equivale a no reformar”. Debemos tomar como ejemplo la prudencia y sabiduría de los constituyentes. Ninguna Constitución debería reformarse con menos acuerdo del que la creó. En palabras de Miquel Roca, “la Constitución tiene margen para muchas cosas, pero al margen de la Constitución no cabe nada”.

El futuro está en nuestras manos, en la de todos. Y debemos construirlo cuidando lo que tenemos; sin retroceder. En España, hace 40 años, ganó la democracia. Ganó la esperanza en el futuro. Ganó gracias a la valentía, la determinación, la generosidad y la amplitud de miras del conjunto de los españoles. Se lo debemos a ellos. A un pueblo lleno de talento y capacidad creativa, esfuerzo y voluntad, al que no le han faltado problemas y que ha estado a la altura, tanto en momentos de bonanza como de dificultad. Muchos pensarán que algunas cosas se podían haber hecho de otra manera, y quizá tengan razón. Pero acertamos en elegir el mejor camino: el del entendimiento. 

Decía Vuestra Majestad en esta tribuna, con ocasión del cuadragésimo aniversario de nuestras primeras elecciones democráticas: “El coraje, la valentía, la ilusión, la determinación y la esperanza deben seguir plenamente vigentes en nuestro ánimo para proyectar nuestra convivencia hacia el futuro y seguir impulsando el progreso de la Nación Española”. Ha sido una historia de éxito. Hemos acertado. Hace 40 años se trataba de superar una larga dictadura y ser una Nación democrática plenamente integrada en la Europa de la libertad. Y si lo logramos entonces, ¿cómo no vamos a conseguirlo ahora también? 

Es verdad que tenemos nuevos retos: · Un crecimiento inclusivo que tenga como prioridad el empleo, salarios dignos, la atención a los mayores y a todas las personas vulnerables. · Un cambio climático que hay frenar. · Avances científicos y tecnológicos ante los que no podemos quedarnos atrás. · Un proyecto Europeo que debemos cuidar y fortalecer porque es el mejor espacio de democracia y libertad. · Un mundo global en permanente transformación que nos exige un multilateralismo eficaz. El futuro sigue estando en nuestras manos. 

Debemos tener confianza porque tenemos el método y tenemos el marco: · El método es ese espíritu de acuerdo, concordia, diálogo y colaboración que hemos practicado con éxito en los momentos de avance y recuperación de estos 40 años. · Y el marco es nuestra Constitución, que es la forma que dimos los españoles a nuestra convivencia en libertad. Si lo conseguimos entonces no es solo por lo que hicimos, sino por cómo lo hicimos, y porque no nos atenazó ni el miedo ni el inmovilismo.

Hoy es el momento de que todos los españoles renovemos este gran Pacto Constitucional. Señorías, es lo que el pueblo español demanda a sus representantes. Porque la Constitución ha sido, es y será la mejor guía para encauzar los retos que, como Nación, nos depara el futuro. Al celebrar los primeros 40 años de la Constitución -y desearle larga vida- estamos declarando nuestra confianza en el futuro: un futuro mejor de todos y para todos. Muchas gracias a todos los españoles. Señor."

Una vez concluido el acto del Hemiciclo, los presidentes del Congreso y el Senado ofrecieron una recepción a diputados, senadores, autoridades e invitados para conmemorar el aniversario de la Constitución.



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