sábado, 18 de septiembre de 2021

Sobre el muy preocupante repunte de la inflación


Esta semana el INE publicó datos que dan cuenta de que la tasa anual del Índice de Precios de Consumo (IPC) general en el mes de agosto es del 3,3%, cuatro décimas por encima de la registrada el mes anterior. Es la tasa más alta desde octubre de 2012.

Los grupos que destacan por su influencia en el incremento de la tasa anual son:

· Vivienda, cuya variación anual se sitúa en el 11,5%, más de dos puntos por encima de la registrada el mes pasado, a consecuencia del aumento de los precios de la electricidad, mayor este mes que en agosto de 2020.

· Alimentos y bebidas no alcohólicas, que registra una tasa del 1,9%, dos décimas por encima de la de julio, debido a la subida de los precios de las frutas, frente a la bajada del año pasado.

· Transporte, que incrementa su variación tres décimas, hasta el 8,8%. Destaca en esta evolución el aumento de los precios de los automóviles, que descendieron en 2020, y, en menor medida, de los carburantes y lubricantes para el transporte personal, que suben más este mes que el año anterior.

Es un hecho objetivo que en  los últimos meses, la inflación repuntó con fuerza en España (lleva seis meses seguidos subiendo) y también en la gran mayoría de las economías de nuestro entorno, superando las expectativas del consenso de los analistas.

Por su parte, la inflación subyacente se elevó hasta el 0,6% en agosto, 0,7 puntos porcentuales por encima de la observada a finales de 2020.

Varias son las causas que explicarían el repunte de la inflación en España durante los últimos meses. Un primer elemento es el incremento de los precios de la electricidad que se disparó un 34,9%. Un aumento vinculado al encarecimiento, fundamentalmente, del gas y, en menor medida, de los derechos de emisión de CO2.

Pero ya no es sólo un problema del precio de la electricidad,  sino que hay subidas importantes tanto en el resto de bienes energéticos (combustibles líquidos +32.0%, gasolina +20.9%, gasóleo +18.5%) como en otros bienes de primera necesidad (aceite de oliva +25.3%, frutas 5%, huevos 3.6%...).

La realidad es que la subida de precios afecta a todas las familias, autónomos y sectores críticos para nuestra economía. Por poner sólo algunos ejemplos:

o  800.000 agricultores y ganaderos cuya maquinaria está movida por este tipo de combustibles (cosechadoras, moto-máquinas, tractores…),

o más de 300.000 autónomos que trabajan utilizando sus coches y furgonetas como herramienta de trabajo (taxistas, repartidores, agentes comerciales…),

o   millones de hogares que utilizan gasóleo o gas para sus calefacciones.

o las aerolíneas, clave para nuestro sector turístico, para las que el combustible representa en torno al 30% de sus costes fijos.

No es previsible que el IPC disminuya de aquí a final de año, más bien todo lo contrario, que se mantenga e incluso repunte cuando venga el frío.

Todo hace que sea muy grande nuestra preocupación por este “impuesto silencioso” que es la inflación y de no contenerse puede que a final de año llegue al 2.15%.

Teniendo en cuenta que  la previsión en la Ley de PGE era del 0.9% y que se incluyó una cláusula de ajuste por inflación, habría que hacer una paga compensatoria por esa diferencia, con un coste próximo a 2.000 M€ para las arcas públicas. A ello hay que añadir la subida ya pactada de las pensiones.

Además si la subida de precios se hicier estructural, supondría una pérdida de competitividad para nuestras empresas que, en un entorno de recuperación económica muy incipiente, se verían fuertemente penalizadas, frenando tanto el crecimiento económico como la creación de empleo.

En un muy reciente informe, el Banco de España dice que “de cara al futuro, se espera que el repunte observado recientemente tenga una naturaleza eminentemente transitoria, en la medida en que una parte importante del aumento de la inflación está vinculado a efectos base."

Si bien añade que "en cuanto a los efectos de segunda vuelta, existe la posibilidad de que la evolución reciente de los precios provoque, eventualmente, un incremento en las expectativas de consumidores y empresas con respecto al nivel de la inflación futura. En la medida en que ello llegara a traducirse, por ejemplo, en presiones al alza sobre los costes laborales, el grado de persistencia del repunte inflacionista podría ser mayor y más duradero".

https://www.ine.es/daco/daco42/daco421/ipc0821.pdf