Los grupos que
destacan por su influencia en el incremento de la tasa anual son:
· Vivienda, cuya
variación anual se sitúa en el 11,5%, más de dos puntos por encima de la
registrada el mes pasado, a consecuencia del aumento de los precios de la
electricidad, mayor este mes que en agosto de 2020.
· Alimentos y
bebidas no alcohólicas, que registra una tasa del 1,9%, dos décimas por encima
de la de julio, debido a la subida de los precios de las frutas, frente a la
bajada del año pasado.
· Transporte, que
incrementa su variación tres décimas, hasta el 8,8%. Destaca en esta evolución
el aumento de los precios de los automóviles, que descendieron en 2020, y, en
menor medida, de los carburantes y lubricantes para el transporte personal, que
suben más este mes que el año anterior.
Es un hecho objetivo que en los últimos meses, la inflación repuntó con fuerza en España (lleva seis meses seguidos subiendo) y también en la gran mayoría de las economías de nuestro entorno, superando las expectativas del consenso de los analistas.
Por su parte, la
inflación subyacente se elevó hasta el 0,6% en agosto, 0,7 puntos
porcentuales por encima de la observada a finales de 2020.
Varias son las
causas que explicarían el repunte de la inflación en España durante los últimos
meses. Un primer elemento es el incremento de los precios de la electricidad
que se disparó un 34,9%. Un aumento vinculado al encarecimiento,
fundamentalmente, del gas y, en menor medida, de los derechos de emisión de
CO2.
Pero ya no
es sólo un problema del precio de la electricidad, sino que hay subidas importantes tanto en el
resto de bienes energéticos (combustibles líquidos +32.0%, gasolina +20.9%, gasóleo
+18.5%) como en otros bienes de primera necesidad (aceite de oliva +25.3%,
frutas 5%, huevos 3.6%...).
La realidad
es que la subida de precios afecta a todas las familias, autónomos y sectores críticos
para nuestra economía. Por poner sólo algunos ejemplos:
o 800.000
agricultores y ganaderos cuya maquinaria está movida por este tipo de combustibles (cosechadoras,
moto-máquinas, tractores…),
o más de
300.000 autónomos que trabajan utilizando sus coches y furgonetas como
herramienta de trabajo (taxistas, repartidores, agentes comerciales…),
o millones de
hogares que utilizan gasóleo o gas para sus calefacciones.
o las
aerolíneas, clave para nuestro sector turístico, para las que el combustible
representa en torno al 30% de sus costes fijos.
No es
previsible que el IPC disminuya de aquí a final de año, más bien todo lo
contrario, que se mantenga e incluso repunte cuando venga el frío.
Todo hace que sea muy grande nuestra preocupación por este “impuesto silencioso” que es la inflación y de no contenerse puede que a final de año llegue al 2.15%.
Teniendo en cuenta que la previsión en la Ley de PGE era del 0.9% y que
se incluyó una cláusula de ajuste por inflación, habría que hacer una paga
compensatoria por esa diferencia, con un coste próximo a 2.000 M€ para las
arcas públicas. A ello hay que añadir la subida ya pactada de las pensiones.
Además si la subida de precios se hicier estructural, supondría una pérdida de competitividad para nuestras empresas que, en un entorno de recuperación económica muy incipiente, se verían fuertemente penalizadas, frenando tanto el crecimiento económico como la creación de empleo.
En un muy reciente
informe, el Banco de España dice que “de cara al futuro, se espera que el
repunte observado recientemente tenga una naturaleza eminentemente transitoria,
en la medida en que una parte importante del aumento de la inflación está
vinculado a efectos base."
Si bien añade
que "en cuanto a los efectos de segunda vuelta, existe la posibilidad de que la
evolución reciente de los precios provoque, eventualmente, un incremento en las
expectativas de consumidores y empresas con respecto al nivel de la inflación
futura. En la medida en que ello llegara a traducirse,
por ejemplo, en presiones al alza sobre los costes laborales, el grado de
persistencia del repunte inflacionista podría ser mayor y más duradero".