El apartado de conclusiones
dijo: “Los Presupuestos Generales del Estado constituyen el instrumento más
relevante para definir el tono y la orientación de la política fiscal en
nuestro país. Resulta evidente que dicho tono y orientación han de ajustarse,
en cada ejercicio, a la particular coyuntura económica que tiene lugar durante
el periodo en el que estos presupuestos van a estar en vigor.
Resulta también
evidente que esta política presupuestaria coyuntural será tanto más efectiva en
la medida en que sepa reconocer los desafíos que la economía debe abordar tanto
en el corto plazo como en el medio y largo plazo, y en la medida en que se vea
enmarcada en el contexto de una estrategia de política fiscal plurianual bien
definida.
Pues bien, a lo
largo de mi intervención, he tratado de poner de manifiesto que, en la
coyuntura actual, en la que la economía española y mundial se están recuperando
gradualmente, si bien aún de forma incompleta y desigual, de la profunda crisis
económica provocada por la pandemia del COVID-19, el despliegue de una política
fiscal que atienda selectivamente a las necesidades aún existentes está
justificada.
Más aun teniendo en
cuenta la incertidumbre que todavía rodea a la evolución global de la pandemia
y algunos riesgos a la baja que recientemente se están apreciando sobre la
actividad. Pero, al mismo tiempo, con una perspectiva temporal más amplia, en
mi intervención he querido remarcar que es preciso ser muy consciente de que las
cuentas públicas de nuestro país, que ya antes de la pandemia mostraban claros
síntomas de fragilidad, han sufrido como consecuencia de la misma un profundo
deterioro, que se ha traducido en un déficit estructural y un nivel de
endeudamiento público muy elevados.
Atajar esta
considerable fuente de vulnerabilidad macrofinanciera nos exige ser particularmente rigurosos en tres frentes.
En primer lugar, en el diseño de la política
presupuestaria actual,
pues, si bien esta debe continuar manteniendo su tono expansivo, es importante
maximizar su efectividad y eficiencia, siendo muy selectiva en el uso de los
recursos públicos y valorando con rigor cualquier decisión que suponga un
aumento permanente del nivel de gasto público.
En segundo lugar,
en el diseño de una estrategia de
política fiscal de medio plazo que permita, una vez superada la crisis, reducir
la vulnerabilidad de las cuentas públicas y reconstruir los márgenes de
actuación fiscal en nuestro país ante futuras crisis. En la medida en que
dicha estrategia se diseñe con rigor, se anuncie con prontitud y goce de
amplios consensos, su efectividad se verá incrementada notablemente.
Por último, también
resulta imprescindible que seamos
particularmente exigentes en cuanto al despliegue de una política económica
favorecedora del crecimiento.
En este sentido, maximizar el impacto transformador que
puede suponer para nuestra economía el uso de los fondos europeos del programa
NGEU es fundamental. A su vez, ello requiere una selección cuidadosa de los
proyectos de inversión que serán financiados por estos fondos y una evaluación
continua de los mismos.
Además, con
carácter complementario, es necesaria la
implementación de un amplio conjunto de reformas estructurales ambiciosas que
reduzcan algunos de los obstáculos que limitan la capacidad de crecimiento de
nuestra economía. De nuestra capacidad para abordar exitosamente estos tres
desafíos dependerá, no solo la fortaleza en los próximos trimestres de la senda
de recuperación económica en curso, sino también la propia sostenibilidad de la
misma.