Asistirán los representantes de las
comisiones de asuntos económicos de los parlamentos nacionales de la Unión Europea y por
ello acudiré al presidir la Comisión de Asuntos Económicos y Transformación
Digital del Congreso de los Diputados.
Se trata de realizar un intercambio
entre los parlamentarios de los Estados miembros que permita a cada delegación
exponer sus deseos y propuestas sobre las condiciones y los medios de acción de
la Unión Europea en este ámbito de la "autonomía económica
estratégica".
En el documento de presentación de
la Conferencia se dice que:
“La pandemia de Covid-19 puso de
manifiesto la vulnerabilidad de las economías europeas ante la interrupción de
los procesos de producción mundiales. Las dificultades en el suministro de
productos esenciales, como los componentes de los respiradores, las máscaras y
las vacunas, así como el temor a la escasez de alimentos de uso cotidiano y
productos de higiene, pusieron de manifiesto nuestra dependencia de los flujos
comerciales mundiales en muchos sectores.
Es dudoso que estas
dificultades de suministro hubieran sido tan masivas y sistemáticas hace
treinta años, cuando el sector industrial representaba una mayor parte de las
economías europeas. La impresión de una pérdida de conocimientos técnicos,
ligada a decisiones estratégicas imprevistas, se ha ido imponiendo en la
opinión pública europea.
A estas
consideraciones de política económica se sumaron los temores geopolíticos, ya
que países autoritarios como China hacían alarde de su independencia
tecnológica. Si bien la interdependencia es un fenómeno esencial de la
globalización, con muchas derivaciones económicas, parece haberse establecido
una relación asimétrica, en detrimento del tejido productivo y del empleo de
los países más abiertos. La duración de las repercusiones lo pone de
manifiesto, ya que la escasez aún continúa en algunos sectores.
Autonomía estratégica en los sectores industriales del
futuro
La crisis sanitaria
ha proporcionado una prueba más, si es que se necesitaba alguna, de que la
industria es la base de las economías y la resistencia de nuestras naciones.
Las industrias
esenciales para nuestro futuro no son sólo las que podrán desarrollar
tecnologías rompedoras en los próximos años, como el almacenamiento y uso
generalizado del hidrógeno para el transporte, la producción masiva de baterías
para coches eléctricos o el almacenamiento del carbono generado por los
procesos metalúrgicos industriales.
La autonomía
industrial estratégica de Europa también depende de todos los sectores que
garantizan el buen funcionamiento de nuestras sociedades y economías a diario,
incluso cuando la globalización sufre una desaceleración cíclica. Pensamos en
las industrias de la salud, por supuesto, que producen los principios activos
esenciales para la medicina moderna, pero también en la fabricación de
componentes electrónicos esenciales en el sector del automóvil o de la
construcción de maquinaria, como demuestra claramente la actual escasez de
semiconductores.
¿Cómo se puede
llevar a cabo este esfuerzo de construcción de la autonomía estratégica europea
en el sector industrial?
¿Garantizar un
amplio apoyo a la aparición de nuevos bloques industriales mediante inversiones
cruzadas nacionales y europeas? Reforzar la resistencia de las cadenas de valor
mediante asociaciones diversificadas... Mejorar el atractivo de las tierras de
producción europeas mediante políticas fiscales y reglamentarias adecuadas...
Probablemente todo esto al mismo tiempo. ¿Con qué instrumentos, qué actores y a
qué nivel?
Todas estas cuestiones
están en el centro de la aplicación de una verdadera política industrial
europea.
Entre los
instrumentos que permitirán el desarrollo de las empresas y los sectores
industriales europeos, la cuestión del refuerzo del arsenal jurídico, para
garantizar unas condiciones de competencia equitativas y proteger de la
influencia los conocimientos técnicos y las infraestructuras productivas,
estará en el centro de esta sesión.
Autonomía estratégica en el ámbito de la energía: el
ejemplo de los metales raros
La transición
energética implica un mayor uso de la producción y el consumo de electricidad
descarbonizada y la eliminación gradual de los combustibles fósiles. Si bien la
atención se ha centrado tradicionalmente en la seguridad de los suministros
energéticos, la transición energética requiere también centrarse en los metales
raros, que son componentes esenciales de las energías renovables (eólica,
solar) y las baterías eléctricas. Este es el caso del cobre, el aluminio, el
litio, el cobalto, el níquel y las tierras raras.
El uso de metales
raros plantea cuatro retos económicos.
En primer lugar,
existe un riesgo de inflación, ya que los precios del cobre y el aluminio han
subido mucho en los últimos años.
Además, supone un
riesgo de dependencia de los países productores, cuyos estándares económicos,
sociales y medioambientales suelen estar por debajo de los europeos. A grandes
rasgos, la mitad de la producción de cobre procede de Chile y Perú, la mitad de
la producción de aluminio de China y la mitad de la producción de cobalto de la
República Democrática del Congo (RDC).
Otro punto es que
el uso de metales raros es una fuente de externalidades negativas, como las
emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación ambiental y las
molestias a la población. Por ejemplo, sólo la producción de aluminio genera el
1% de las emisiones mundiales de GEI.
Por último, este
recurso a los metales raros debe inscribirse en una lógica de economía
circular, preocupada por la producción local pero también por la recogida y el
reciclaje de los residuos. Queda mucho por hacer en este ámbito, ya que sólo se
recicla el 10% de las baterías de litio.
Identificada por la
Comisión Europea a principios de la década de 2010, esta dependencia se ha
vuelto más preocupante desde que China se hizo con la mayor parte de los
recursos de tierras raras. Reforzar la explotación del potencial minero en
suelo europeo o mejorar las tecnologías de reciclado desempeñará un papel
decisivo en la autonomía estratégica de la Unión Europea en este ámbito.
Como prueba de la
creciente implicación de los poderes públicos, Francia ha adoptado, por
ejemplo, un objetivo de soberanía minera en el marco de la reforma del código
minero, resultante de la ley "Energía-Clima" de agosto de 2021, que
establece los siguientes objetivos: "desarrollar la actividad extractiva
en el territorio nacional garantizando un alto nivel de exigencias
medioambientales y sociales reubicar las cadenas de valor, asegurar los circuitos
de suministro, garantizar el conocimiento, la trazabilidad y la reutilización
de los recursos del subsuelo y reducir la dependencia de Francia de las
importaciones".
En este contexto,
varias cuestiones centrarán los debates de esta sesión: ¿cuál es el alcance de
la "cara oculta" de la transición energética? ¿En qué medida depende
Europa del resto del mundo para el suministro de metales raros? ¿Cómo se puede
reducir esta dependencia, mejorando la explotación del potencial minero o las tecnologías
de reciclaje?
Los retos de la soberanía alimentaria europea
La soberanía
alimentaria de la Unión Europea siempre ha tenido una importancia
geoestratégica para los Estados miembros desde que los padres fundadores
crearon la Política Agrícola Común.
Desde entonces, la
Unión Europea, con su sólida autosuficiencia alimentaria, sigue siendo la
primera potencia exportadora e importadora de productos agrícolas y
alimentarios del mundo, con un superávit de unos 20.000 millones de euros.
La cuestión de la
soberanía alimentaria se actualiza a través del prisma de la cuestión
medioambiental, entendiéndose como una condición para la sostenibilidad de un
modelo agrícola, y no su contrario. Al permitir una reducción del transporte de
productos alimenticios en beneficio de una alimentación más local favorecida
por el consumidor y el ciudadano, garantizando al mismo tiempo el respeto de
los requisitos medioambientales mínimos exigidos en Europa, los más estrictos
del mundo, la soberanía alimentaria responde a la reducción de la huella
medioambiental de la cesta de la compra del consumidor europeo.
Sin embargo, la
soberanía alimentaria del continente se enfrenta actualmente a cuatro tendencias
básicas:
La estabilidad de
su producción agrícola total en un contexto de aumento de la demografía
mundial, debido a la reducción de su potencial de producción agrícola
(renovación generacional, artificialización de los suelos, etc.) y a la
desaceleración de la productividad agrícola;
El aumento de las
importaciones de terceros países, combinado con la multiplicación de las crisis
de exportación, especialmente con las medidas de represalia de Rusia o Estados
Unidos; una desconfianza especialmente fuerte de la opinión pública ante los
efectos del comercio internacional en el sector alimentario, debido a la falta
de respeto de las normas sanitarias y medioambientales exigidas por los socios
comerciales de Europa, con el riesgo de condenar a su industria agroalimentaria
a un inevitable declive;una deslocalización de los alimentos exigida por el
consumidor, lo que se traduce en una especial atención al origen de los
alimentos. Aunque esto debería aumentar la convergencia de los modelos
agrícolas europeos, la divergencia de normas crea una fuerte competencia
intraeuropea en los distintos sectores. Al mismo tiempo, la exhibición del
origen de los productos está prohibida por la normativa europea, que se opone a
una exhibición real de la diferencia de orígenes dentro de la Unión Europea.
La crisis de
Covid-19, seguida de la subida de los precios de los productos agrícolas, ha
terminado por sacar a la luz algunas de las debilidades del continente: por
ejemplo, la Unión Europea importa el 90% de sus necesidades de proteínas
vegetales, lo que pone en entredicho la propia soberanía de su ganadería.
En este contexto,
¿la estrategia "de la granja a la mesa", que está en consonancia con
el Pacto Verde Europeo, no acabaría poniendo en cuestión la soberanía agrícola
del continente para dar prioridad al objetivo de reducir la huella
medioambiental? ¿Cómo conciliar la vocación exportadora del continente con su
necesidad de soberanía y la resistencia de sus modelos alimentarios europeos?
¿Cómo podemos consolidar el potencial agrícola de Europa para alimentar a su
población y al mundo en los próximos años?”
Informaré en este Blog del resultado de esta Conferencia, cuyo interés se ha redoblado como consecuencia de la agresión bélica de Rusia a Ucrania, con las consecuencias económicas consiguientes que han puesto en evidencia las carencias de determinadas produciones industriales, energéticas, de materias primas y alimentarias de la Unión Eropea.