Difunde hoy el blog del Fondo Monterario Internacional (FMI) en su Blog un artículo de Pierre-Olivier Gourinchas, Consejero Económico y Director del Departamento de Estudios del FMI y nos dice que:
¨Las perspectivas económicas mundiales han sufrido un grave
revés, debido en gran medida a la invasión rusa de Ucrania.
La crisis
ocurre cuando la economía mundial aún no se ha recuperado por completo de la
pandemia. Incluso antes de la guerra, la inflación en muchos países había
estado subiendo por desequilibrios entre la oferta y la demanda y el apoyo
mediante políticas proporcionado durante la pandemia, lo cual dio lugar a un
endurecimiento de la política monetaria. Los recientes confinamientos en China
podrían causar estrangulamientos en las cadenas mundiales de abastecimiento.
En este
sentido, aparte de su impacto inmediato y trágico en las vidas humanas, la
guerra desacelerará el crecimiento económico y azuzará la inflación. En
general, los riesgos económicos han aumentado de forma acentuada, y las
disyuntivas para las políticas se han tornado aún más complejas.
Con respecto
a nuestro pronóstico de enero, las proyecciones para el crecimiento mundial han
sido revisadas a la baja 3,6%, tanto para 2022 como para 2023. Esto obedece al
impacto directo de la guerra en Ucrania y a las sanciones impuestas a Rusia,
que hacen que se proyecten marcadas contracciones para ambos países. Las
perspectivas de crecimiento de este año para la Unión Europea han sido
recortadas 1,1 puntos porcentuales en razón de los efectos indirectos de la
guerra, que son el segundo factor que más contribuye a la revisión a la baja.
La guerra se suma a una serie de shocks de la oferta que han
golpeado la economía mundial en años recientes. Como una ola sísmica, sus
efectos se propagarán a lo largo y ancho del mundo, por vía de los mercados de
materias primas y los vínculos comerciales y financieros. Rusia es un
importante proveedor de petróleo, gas y metales, y, junto con Ucrania, de trigo
y maíz. La reducción del suministro de estos productos básicos ha hecho que sus
precios se disparen. Los importadores de materias primas en Europa, el Cáucaso
y Asia central, Oriente Medio y Norte de África y la región de África
subsahariana son los más afectados. Pero el alza de precios de los alimentos y
los combustibles perjudicará a los hogares de menores ingresos de todas las
regiones del mundo, incluidas las Américas y el resto de Asia.
Europa
oriental y Asia central tienen importantes vínculos directos con Rusia en
términos de comercio y remesas, que previsiblemente se verán perjudicados. El
desplazamiento de alrededor de 5 millones de ucranianos hacia países vecinos,
especialmente Polonia, Rumania, Moldova y Hungría, exacerbará las presiones
económicas en la región.
Presiones
amplificadas
Las
perspectivas a mediano plazo se han revisado a la baja en todos los grupos de
países, excepto los exportadores de materias primas que se benefician de la
escalada de precios de la energía y los alimentos. El producto agregado de las
economías avanzadas tardará más en retornar a su nivel tendencial previo a la
pandemia. Y se prevé que persista la divergencia que empezó a notarse en 2021
entre las economías avanzadas y las de mercados emergentes y en desarrollo, lo
que deja entrever que la pandemia ha dejado secuelas permanentes.
La inflación se ha convertido en un riesgo claro e inminente
para muchos países. Incluso antes de la guerra ya había subido por la escalada
de los precios de las materias primas y los desequilibrios entre la oferta y la
demanda. Muchos bancos centrales, como la Reserva Federal, ya habían dado pasos
hacia un endurecimiento de la política monetaria. Las perturbaciones
relacionadas con las guerra amplifican esas presiones. Ahora proyectamos que la
inflación permanecerá elevada por mucho más tiempo. En Estados Unidos y algunos
países de Europa ha alcanzado máximos inéditos en más de 40 años, en medio de
escasez de mano de obra.
El riesgo está en que las expectativas inflacionarias se alejen
de las metas de inflación de los bancos centrales, y que eso lleve a las
autoridades a endurecer la política monetaria más enérgicamente. Además, los
aumentos de precios de los alimentos y los combustibles también pueden
incrementar considerablemente las probabilidades de malestar social en los
países más pobres.
Inmediatamente
después de la invasión, las condiciones financieras se tornaron más
restrictivas para los países de mercados emergentes y en desarrollo. Hasta el
momento, la revaloración ha sido mayormente ordenada. Pero persisten varios
riesgos de fragilidad financiera, lo cual hace más probable que se endurezcan
las condiciones financieras mundiales y que se produzcan salidas de capitales.
Por el lado
fiscal, la pandemia ya había reducido el margen de maniobra de las políticas en
muchos países. Se proyecta que continúe el repliegue del apoyo fiscal
excepcional. La escalada de los precios de las materias primas y la subida de
las tasas de interés mundiales reducirán aún más el espacio fiscal, sobre todo
en economías de mercados emergentes y en desarrollo importadoras de petróleo y
alimentos.
La guerra
también incrementa el riesgo de una fragmentación más permanente de la economía
mundial en bloques geopolíticos con diferentes normas tecnológicas, sistemas de
pagos transfronterizos y monedas de reserva. Un ‘desplazamiento tectónico’ de
este tipo ocasionaría pérdidas de eficiencia a largo plazo, incrementaría la
volatilidad y plantearía un grave problema para el marco basado en reglas que
ha regido las relaciones internacionales y económicas en los últimos 75 años.
Prioridades
de política económica
La
incertidumbre en torno a estas proyecciones es considerable, y rebasa con mucho
el rango habitual. El crecimiento podría desacelerarse más y la inflación
podría superar nuestras proyecciones si, por ejemplo, las sanciones se
extienden a las exportaciones rusas. Una propagación ininterrumpida del virus
podría dar lugar a variantes más letales capaces de escapar a las vacunas,
provocando nuevos confinamientos y trastornos de la producción.
En este
difícil contexto, las políticas nacionales y las iniciativas multilaterales
revestirán importancia. Los bancos centrales tendrán que ajustar sus políticas
con firmeza para garantizar que las expectativas inflacionarias a mediano y
largo plazo permanezcan ancladas. La comunicación y la orientación claras sobre
el rumbo de la política monetaria serán esenciales para reducir al mínimo el
riesgo de que se produzcan ajustes bruscos.
Varias
economías tendrán que consolidar sus saldos fiscales. Esto no debería impedir a
los gobiernos proporcionar apoyo debidamente focalizado a las poblaciones vulnerables,
sobre todo dada la carestía de la energía y los alimentos. Encuadrar estas
iniciativas en un marco a mediano plazo con una trayectoria clara y creíble de
estabilización de la deuda pública puede ayudar a crear margen para brindar el
apoyo necesario.
Pero aun
mientras las autoridades se dedican a paliar el impacto de la guerra y la
pandemia, otros objetivos requerirán su atención.
La
prioridad más inmediata es poner fin a la guerra.
En lo que
se refiere al clima, es imperativo cerrar la brecha entre las metas declaradas
y las medidas de política. Un precio internacional mínimo del carbono
diferenciado según el nivel de ingreso de cada país sería una manera de
coordinar las campañas nacionales para reducir los riesgos de sucesos
climáticos catastróficos. Igual importancia reviste la necesidad de asegurar un
acceso mundial equitativo a todas las herramientas disponibles para luchar
contra la COVID-19 a fin de contener el virus, sin descuidar otras prioridades
sanitarias mundiales. La cooperación multilateral sigue siendo esencial para
avanzar hacia esas metas.
Las
autoridades también deben cerciorarse de que la red mundial de seguridad
financiera funcione eficazmente. Para algunos países, esto significa obtener
adecuada liquidez de respaldo para superar dificultades de refinanciamiento a
corto plazo. En el caso de otros, se necesitará una reestructuración integral
de la deuda soberana. El Marco Común para
Tratamientos de la Deuda del Grupo de los Veinte ofrece pautas
para esas reestructuraciones, pero aún no ha producido resultados. La falta de
un marco eficaz y expeditivo representa una falla en el sistema financiero
mundial.
También hay
que prestar especial atención a la estabilidad global del orden económico
mundial para impedir el desmantelamiento del marco multilateral basado en
reglas que ha sacado a millones de personas de la pobreza.
Estos
riesgos y estas políticas interactúan de maneras complejas y a ritmos
distintos. El aumento de las tasas de interés y la necesidad de proteger a las
poblaciones vulnerables del encarecimiento de los alimentos y la energía
complican la tarea de mantener la sostenibilidad fiscal. A su vez, la pérdida
de espacio fiscal dificulta la inversión en la transición climática, y la
demora de soluciones para hacer frente a la crisis climática deja a las
economías más expuestas a los shocks de precios de las materias primas, lo cual
alimenta la inflación y la inestabilidad económica. La fragmentación
geopolítica agudiza todas estas disyuntivas al exacerbar el riesgo de
conflictos y volatilidad económica y al reducir la eficiencia global.
En cuestión
de semanas, el mundo ha sufrido nuevamente un enorme shock. Justo cuando una
recuperación duradera tras la pandemia estaba a la vista, la guerra estalló,
posiblemente borrando los avances recientes. Las numerosas dificultades a las
que nos enfrentamos requieren medidas de política proporcionales y concertadas
a escala nacional y multilateral para evitar peores desenlaces y mejorar las
perspectivas económicas para todos.”
Fuente: “Perspectivas
de la economía mundial (informe WEO)”