El Banco de España dio a conocer ayer el “Informe trimestral y proyecciones macroeconómicas de la economía española. Segundo trimestre de 2023”
En su Editorial afirma que:
“La actividad económica global ha mostrado un
comportamiento relativamente favorable en el tiempo transcurrido de 2023. Los rasgos
positivos de la evolución de la actividad observados en el primer semestre del
año incluyen un retroceso notable de los precios energéticos y una disminución
de las alteraciones en las cadenas globales de valor, así como un vigor
considerable en las ramas de servicios, que han seguido viéndose favorecidas
por el retorno a la normalidad tras el final de la crisis sanitaria.
Adicionalmente, la fortaleza de los mercados de trabajo y el apoyo de las
políticas fiscales nacionales han amortiguado el impacto de la elevada
inflación sobre las rentas de los hogares y han contribuido a mantener el
dinamismo de la actividad agregada.
No obstante, también se han apreciado algunas señales
de debilidad, especialmente en el período más reciente. Dichas señales han
sido particularmente evidentes en las manufacturas —por ramas de actividad— y
en China y el área del euro —por geografías—, donde los últimos indicadores
coyunturales disponibles han venido sorprendiendo consistentemente a la baja.
En efecto, en el caso particular de la Unión Económica y Monetaria (UEM), las
cifras de Contabilidad Nacional más recientes publicadas por Eurostat apuntan a
una leve contracción del PIB de la región en los tres primeros meses del año,
al tiempo que las previsiones de crecimiento para el trimestre en curso han ido
flexionando a la baja en las últimas semanas. Un posible factor explicativo de
estos desarrollos sería el considerable tensionamiento de la política monetaria
que se ha producido —en la UEM y a escala global— a lo largo de los últimos
trimestres. Este ha supuesto un endurecimiento muy significativo de las
condiciones financieras en el conjunto de la economía, que ya estaría limitando
en cierta medida el dinamismo de la actividad —por ejemplo, a la luz de la
velocidad con la que la concesión de nuevo crédito se está desacelerando en
algunos países—, aun cuando los efectos adversos sobre esta alcanzarán su mayor
intensidad, previsiblemente, en los próximos trimestres.
La moderación de la inflación ha seguido su curso en
los últimos meses, como consecuencia, principalmente, del retroceso del
componente energético.
Con diferencias por países, esta evolución se ha visto favorecida tanto por la
caída de los precios de las materias primas energéticas como por la existencia
de importantes efectos base. Sin embargo, el resto de los componentes de la
inflación solo han comenzado a mostrar señales de moderación, todavía
incipientes, en algunas jurisdicciones.
La incertidumbre acerca del comportamiento de la
inflación no energética en los próximos trimestres continúa siendo elevada. Parece probable
que la reversión del encarecimiento de las materias primas y la disolución de
los cuellos de botella apoyen, de cara al futuro, la desinflación de los bienes
industriales no energéticos. De forma análoga, es concebible que los precios de
los alimentos también se desaceleren gradualmente en los próximos meses como
consecuencia de la reducción de los costes de producción —aunque, en algunas
geografías, una meteorología desfavorable podría obstaculizar este proceso de
desinflación—. En el caso de los precios de los servicios, esta desaceleración
será, previsiblemente, más lenta. Ello obedece, por un lado, a la fortaleza de
la demanda que aún se observa hacia las actividades relacionadas con el turismo
y el ocio, y, por otro lado, a que, en comparación con otras ramas de
actividad, los costes laborales —que siguen incrementándose paulatinamente—
suelen tener un peso comparativamente mayor en la estructura de costes de los servicios.
En todo caso, la incertidumbre acerca de la intensidad de estos procesos
desinflacionistas y de la existencia de posibles asimetrías en la traslación de
las variaciones en el coste de los insumos intermedios a los precios de consumo
sigue siendo considerable. Además, la persistencia de elevadas tasas de
inflación podría conducir a la materialización de efectos de segunda ronda
significativos sobre los precios —a través de salarios y/o márgenes
empresariales—, lo que podría acentuar las presiones inflacionistas actuales.
La economía española ha mostrado una resiliencia
notable en la primera mitad del año. En el primer trimestre de 2023, el PIB
español creció un 0,5% —frente a la caída del 0,1% registrada en el área del
euro—. La fortaleza de la economía de nuestro país se apoyó, entre otros
factores, en la recuperación de la actividad turística y en el vigor de las
exportaciones de otros servicios no turísticos. Este elevado dinamismo de la
actividad se ha prolongado en el segundo trimestre. No obstante, en su
parte final han podido observarse ciertas señales de desaceleración que, como
ocurre a escala global, posiblemente sean una manifestación del endurecimiento
de las condiciones financieras causado por el tensionamiento de la política
monetaria del área del euro, necesario para reconducir la inflación.
La tasa de variación de los precios de consumo ha
experimentado en España un descenso muy pronunciado en el transcurso del año. Esta disminución
—que ha afectado, sobre todo, al componente energético— ha sido más acusada que
la observada en el área del euro, debido, en parte, a las particularidades
regulatorias en la fijación de los precios minoristas de la electricidad en
nuestro país. En todo caso, en los últimos meses la moderación de las presiones
inflacionistas parece haber comenzado a trasladarse gradualmente al resto de
los precios de consumo.
En el conjunto de 2023, se espera que el PIB crezca a
una tasa del 2,3%.
Como se desarrolla en el último apartado de este Informe, donde se presentan
las proyecciones macroeconómicas del Banco de España más recientes, el
debilitamiento de las presiones inflacionistas y una eventual intensificación
del ritmo de ejecución de los proyectos vinculados al Mecanismo de Recuperación
y Resiliencia permitirán, entre otros factores, que continúe la expansión de la
actividad económica española el resto del año. Para los años 2024 y 2025 se
proyectan unas tasas de crecimiento medio anual muy similares a la de 2023 —del
2,2% y el 2,1%, respectivamente—, si bien este avance del producto estará
fundamentalmente sustentado en la recuperación del consumo privado, y no tanto
en la contribución de la demanda exterior neta, principal motor del crecimiento
en 2023.
En los próximos meses continuará la senda de
desaceleración del componente subyacente de los precios de consumo iniciada
recientemente.
En el conjunto del año, se espera que la inflación subyacente se sitúe en el
4,1%, antes de descender al 2,1% en 2024 y al 1,7% en 2025. Por su parte, se
anticipa que la inflación general se sitúe en el 3,2% en el promedio de este
año. En 2024, esta tasa repuntaría al 3,6%, principalmente como consecuencia de
la desaparición prevista del grueso de las medidas desplegadas por las
autoridades para combatir los efectos del incremento de la inflación, lo que
hará que aumente la tasa de crecimiento del componente energético de los
precios. En todo caso, bajo los supuestos del ejercicio, la inflación general
volvería a reducirse en 2025, hasta el 1,8%.
La incertidumbre acerca de las perspectivas
macroeconómicas de la economía española a corto y a medio plazo sigue siendo
muy elevada.
Entre las distintas fuentes de incertidumbre existentes, destacan las
dificultades para valorar la intensidad que el impacto del tensionamiento
monetario introducido hasta la fecha podría tener sobre el crecimiento del PIB,
la evolución de los precios y el comportamiento de los mercados financieros,
puesto que, en perspectiva histórica, el episodio actual de endurecimiento de
la política monetaria presenta características muy singulares en diversas
dimensiones. En particular, este ha tenido lugar de una forma muy rápida y sincronizada
entre distintas jurisdicciones, y se ha producido después de casi una década de
mantenimiento de un tono muy acomodaticio de la política monetaria. Otras
fuentes de incertidumbre muy relevantes incluyen la evolución de la guerra en
Ucrania y la posibilidad de que puedan llegar a producirse —en España y/o en el
conjunto de la UEM— efectos de segunda vuelta significativos sobre la inflación
que pudieran exigir un tensionamiento de la política monetaria mayor que el
contemplado actualmente por los mercados financieros. En relación con este
último factor de riesgo, el V Acuerdo para el Empleo y la Negociación
Colectiva, firmado recientemente por los principales agentes sociales de
nuestro país, incluye unas recomendaciones de incrementos salariales para el
período 2023-2025 que mitigan, en cierta medida, la probabilidad de que dichos
efectos de segunda vuelta se materialicen en España a través de los salarios.”
Este es el enlace al citado Informe: